martes, 17 de abril de 2012

El Suicida de Cacao.

Esta es una reflexión que se encuentra entre las mas acabadas que nunca he escrito. Nose porqué, pero cuando lei la historia de Jack Ketch mi cerebro fue flechado por la locura y la inspiración (acaso una locura devenida y nada más). Tiempo despues, quizás un año, aunque ahora no lo se, una amiga me informó que un tipo había escrito algo muy parecido a lo que yo había escrito. Desconcertado tras constatarlo preferí destruirlo, pero no me atreví. la verdad, fue un alivio porque, cunado dos personas escriben lo mismo al mismo tiempo, no es que sea plagio sino sólo inspiración común. En la historia ha susedido, como con Zuusho y Tanizaki en el 30' o como con el mismo Darwin.

Asi es que, como disculpas por haber desaparecido por un tiempo culpa de los trabajos atrazados y la falta de inspiración, me entrego a uds en una reflexión monológica hermosa, al menos a mi gusto, y acaso compartida.

Suicidade cacao.

He pasado de la total indiferencia, a laindiferencia inestabilizada, no existe en mi una completa sensación desorpresa, estoy cubierto de una gruesa capa de cinismo a mi alrededor, nada mesorprende, nada me sostiene. Tengo tanto miedo,tanto amor, tanto celo, tanta pasión como un pedazo de estiércol en elpavimento. Espero un fin, y cuelgo un pedazo de cuerda en mi habitación en unnudo corredizo tipo Jack Ketch por si un día se me antoja, al igual que un chocolate, que me convertiría en un cínico endulzado. 
No hay peorcinismo que el que esta de buenas, sabe y calcula sin necesidad de estar a ladefensiva.
No estoy a la defensiva, pretexto mi existencia por un plazocorrecto y detallado, no tengo fecha sino una expectativa de sentimiento yresentimiento, una especie de bolo alimenticio vacuno. Rumiar y rumiar elsentimiento, el intento de suplicio o laomisión de este ya no se basa en conveniencia, si no en los espasmos quecausará en mi postmortem. 
No quiero moverme más así que me siento frente a lacomputadora y me muero, me vuelvo un zombi de la informática, estoy en foros deexpresión y duda, y aún otros más frívolos, en virtual contacto con otros suicidasvegetativos como yo. Con quién me puedo identificar, con quien me puedo apoyaracaso, en un sortilegio de premura, en un intento de irreal dicción. Quédemonios importa mi léxico, que caso tiene el obsesivo dormitar de toda esariqueza cultural y dialéctica.

Temer ahora que las palabras te suiciden, osuicidarte en esclavismos, en cuentas, en contracciones en siglas y leyendasextranjeras, por hambre, por hambre de querer expresar más con menos, porexpresar, por ser un muerto de hambre, apretarme un poco más el cinturón, unagujero más para sentir que se ciñe a mi pellejo por un beso en la frente sin interés o al menos una cachetada de un ser, sea querido o no.

Pero no es literal, no, yo enflaquezco miléxico pero engordo la cintura. 
Todo esto tiene un objetivo, engordar parapesar más y al momento de morir, no tener que soportar que el antojo mesofoque, si no desnucarme, no sentir más, como mueren los pollos en elmatadero, desnucado, sin sentido, colgado de la viga del techo, tendido en elaire como soplo de él, como amarrar mi cuello a un falso viento e ir volando ala nada, pretender ser viento, pretender ser brisa y volar, quedar suspendidoen el aire, volar, con lazos de corriente plástico o cualquier otro materialbarato. Por que te aseguro que mi presupuesto no da para más. Ni Henry Millerestuvo tan jodido como yo en este momento, que no daría por llenarme losbolsillos de monedas. El resultado es el mismo, caer en choque, hacer que micadáver pese unos gramos más igual es la diferencia entre la muerte instantáneay al suplicio largo de la asfixia, un gramo más un gramo menos, si me colgaraen pelotas... no, sería exagerar, dejaré que el mundo que pesa sobre mi espalda cualatlas sea mi juez. Yo, el suicida, pienso que es muy pesado para soportar. Deser así, será instantáneo y mis vértebras se separarán, eliminando el dolor. Pero,si en caso contrario, si mis problemas no fueran lo suficientemente pesados paramatarme de una vez, solo me queda sufrir. Tiritar, en el aire, esperando unamuerte colgado.

Qué más da, es un principio de asfixiacautivante, mi cuerpo suspendido, es mucho menos traumático que las navajasensangrentadas. La sangre es escandalosa, como dicen, y soy demasiado considerado paradejar que aquel que deba limpiar mis desechos terrenos tenga tanto disgustoy pueda escapar tan rápido como le sea posible, a seguir mi ejemplo. La sangre,de la que hablo, hace mucho ruido al salir, no quiero que nadie se sorprenda,nada me sorprende ahora, así que es difícil saber qué es lo que sorprende a losdemás. Es algo tan sutil la calma, el bienestar, la felicidad: es tan ligera.Tan frágil.

No tengo antojo de nada ahora, es tan igualque tomar un chocolate, y se me antoja más uno con nueces. Es bueno tomar lascosas sin problemas de secuelas: hoy tomaría un chocolate suculento con nuecesy almendras y al lado un mantecol, y azúcar y todo lo que se me antoje, no porque sea mi ultimo parecer, si no por que no habrá secuelas latentes en mifuturo. Más comida para los gusanos, dulce y suave comida para disfrutar de unapronta descomposición. 
La moneda de Caronte. Esa moneda que los antiguosgriegos les colocaban a sus difuntos en las fosas oculares, un par de monedaspara pagarle a Caronte mi cruce, un par de monedas para asegurar mi pase alDite de las tinieblas, para no salir de él jamás. Dulce carne corriente, dulce,carne de cacao, tierna sazón del suicida, la leche de Cleopatra o la sazón delos platos papales, para hacerle más tierno, limón, salsa de tomate, clavo deolor, y hierba santa, un rico ablandador de papaya, de semilla de papaya dulce.Y chocolate.

El cacao, como los antiguos, como losancestros, no me refiero a los Griegos, yo no soy griego, yo soy latino, y si debo decirlo, soy mas azteca, como soy azteca, yo uso losgranos de cacao como pago a Caronte, las valoro como tal, aunque su acuñaciónsea en tono natural, sin perfiles, sin águilas ni nopales ni laureles niserpientes, ni metal, cacao.

Chocolate, azúcar, moneda de los dioses, delos mercados, moneda de Caronte el balsero de los infiernos, de los suicidas,de los muertos en general. Pago un perro y un cántaro de agua, una luz… unavela.
Es tan fácil, tan frágil, mi felicidad, mimuerte, mi, egoísmo, la idea de un yo, mi descomposición por parte de losgusanos, que incluso si pudiera pagarle al señor Caronte por adelantado nosería necesario, podría incluso pedirle que me fiase el viaje. El Tártaro,entrar con Cronos a su cárcel oscura y acompañarlo en su agonía. Pero no soygriego, dije, prefiero que se me diga azteca. Entonces volvería con los hombresa través del mar, en un bello barco, y mi barquero… Caronte de nuevo que vuelvea mis maquinaciones.

Como puede ser que mi cerebro, hermano yenemigo, pueda ser mi mejor amigo o mi peor enemigo, matarme o revivirme. Comoya dije pase de la total indiferencia a la indiferencia inestabilizada, graciasa este engendro asqueroso. Ahora, este, mi hermano, mi enemigo-hermano, me estávolviendo loco. Ahora temo que él o mis inescrupulosas palabras me lleven a latumba. Otra de las razones por las cuales deseo desaparecer, ni la única ni lamás pesada, sino un refuerzo para mi decisión si algún día me place. Contemplomi horca y como un poco mas, unos gramos mas, unos gramos menos, igual misvértebras desconectadas me ayudaran con mi rápida muerte, pero me da un pocomas de seguridad. Irónico: buscar seguridad en la muerte.

Percibo aburrimiento en la monotonía de mivida, un simple trabajo, una simple casa, subsistencia del que no es ni enbroma apto, un mal viviente perro que prefiere, como un cobarde, la muerte alas responsabilidades de la vida un tanto monótona. Compañeros que se burlan ytratan de denigrarme. Me golpean. Se los devuelvo, y las gentilezas les duelenmás a ellos, pero aun no me enojo. Simplemente… vengo mi dignidad, cuando meenojo, solo trato de matar al que me ofende, pues no perdono las ofensas. Paraque lo hago, me pregunto ahora, si en fin voy a tener una muerte denigrante ytranquila (relativamente), es mejor morir en un día que en años de pudrición.Pierdo experiencias malas y buenas, mierdas y mieles, hidromiel, bebida dedioses ajenos, sabrosa, buena, totalmente alcohólica, también me embriagaría,ya que no sufriría la molesta resaca, pero no me drogaría, ya que perdería elsentido de cómo muero, prefiero sentir o dejar de sentir, y darme cuenta delpeso que se libera. El dolor, cuando se me antoje, será una gran entropía. Yoperderé el dolor, además, hay mil maneras de morir, y a mas variables mayorentropía. Mi mente, entropía también, mi voluntad, entropía. Mi vida, mípartida… toda entropía, locura que se pierde.

Las posibilidades son infinitas, igual misdeseos. ¿Perciben los dioses del olimpo, los campeones espadachines, los héroesde la reconquista, los bestiales hombres y las nuevas e idiotas generaciones ladegradación a la cual he llegado? Supongo, la respuesta será no, y supongotambién que jamás llegaran a verla. Perverso fue dios al crearnos separados, almenos una gran parte de humanos hubiera librado mi mente de pesadilla,compartir mi mente hubiera servido, pero ahora estoy hasta las bolas y no seque hacer, sólo me queda una opción y no parece bella ni mucho menos: lasvértebras separadas, los ojos desorbitados y saltones, los labios y la caraazules, el cuerpo convulsionado pendiente de una soga. Un moretón oscuro en elcuello, ni una puta lágrima y, como debe ser para llegar a destino, cacao enlos ojos. Un chocolate en la mesa. Los cuchillos no me atraen, son muytraumáticos, mas lentos que el desnuque de la soga.

Tempestades pueden recorrer mi mente de unminuto a otro para dejarla limpia y dejarme no pensar mientras desnudo mi serfrente a otra cosa. Puedo volver a la monotonía del trabajo sin problema,mientras maquino, en angustiosas cavilaciones de cómo será encontrado micadáver, y por quien. 
No reconozco nada de la habitación donde trabajo, sólo lafrustración colectiva de mis compañeros por haber salido del ensimismamientodel sueño, esa barrera infranqueable que mil autores de terror han explorado,desde Stephen King hasta Howard Phillips Lovecraft. Imagino el gangueo deCortázar y el acento árabe de Abdul Alhazred, el árabe loco que en la locurasumido, escribió el Al Azif, la voz de Poe recitándome su “Retrato Oval” o lade Hammurapi enseñándome sus leyes, su “Código de Equidad”.

Enflaquezco el léxico, engordo la cintura.Quizás si trabajara más el cerebro, este pesaría más, pero eso le quitaría atodo esto la belleza del juicio al que me veo sometido. Sería como hacertrampa, como meter trucos en el juego para ganar más rápido. El encanto de estoes que siempre quedaré en incertidumbre tanto yo como aquel que lea esta obraque probablemente sea póstuma, pues no espero vivir demasiado. Ahora mepregunto… ¿acaso alguien leerá lo que digo? ¿Alguien comparte mis sentimientos?¿Y si dejase una carta para los peritos diciendo que me suicide, que no revisentanto, porque me resulta engorroso a mi y a ellos? Probablemente eso seainútil, no me parece algo realmente utilizable, seguro que nuestro estimadogobierno los obligaría a seguir revisando si no fue un asesinato o algoparecido. Suerte que no deje ni mujer ni hijos que me lloren, va, no creo quenadie me llore, por eso mismo es que prefiero morir yo y no alguien que leimporte a alguien, como si mi muerte fuera a impedir otra.

El viaje es algo que me asusta. Es una de esascosas impostergables, sólo estoy acelerando un trámite. Así lo llamo, si,trámite, como ir a pagar algo al banco, igual. La misma mierda. Sólo que enesto no hay fila que esperar, no hay ningún ejecutor, sólo un verdugo, el cualsoy yo, como el empleado del banco, que, sistemático, sin interés, toma mi dinero,lo deposita, ni lo mira, apenas si lo cuenta. E estado pensando que no es lamuerte honorable como la que una vez yo desee. Ahora es solo una oportunidad defuga, de escape. Si hay otras vidas, reencarnaciones, me encantaría tener unamuerte más digna. Ahora no me importa tanto eso. Por ahora lo que necesito esengordar, y conseguir una viga bien alta desde la cual poder saltar con la sogaal cuello. La que tiene mi lazo por ahora es insuficiente, y en especial,endeble. Como siga engordando y caiga en choque, esta sucumbirá bajo mi peso y esosería una molestia.

Sería peor vivir, además de jodido, cagado porarcángeles insolentes, cuadrapléjico. Sería más difícil el trámite delsuicidio. Sería casi imposible.

Por suerte, yo no debo pretender que todo estábien. Muchos deben hacerlo, ocultar el cinismo con el cual mantienen su absurdaexistencia. Esta parte es la más ridícula de todas. Para ocultarse de sumuerte, no creo que nadie vaya a sospechar de alguien como yo, y si lo hacen nomerecen respuesta. ¿Para que si la desconfianza no duraría mucho? Eso claro, siestos no fueran solo señuelos. Así los llamo porque, a pesar de parecersuicidas, son señuelos, solo sirven para llamar la atención. La sangre esescandalosa. Claro, un corte, a pretexto de fallo, es muy escandaloso. Produceun buen efecto en las personas, compasión, ayuda, comprensión, servicio. Eso esprobablemente lo que buscan, algo que yo no comprendo, para mí, esto es elalivio, el fin.

Quien busca, encuentra. Me harté. Ahora es lahora. No queda un minuto para esperar. En un par de minutos mi linda soga deplástico azul, con su nudo corredizo al estilo Jack Ketch va a estar alrededorde mi cuello, una vez, claro, que esté parado sobre la viga, saltaré, al juiciodel mundo, a una muerte segura pero placentera. Con suerte, escribiré la simpley considerada carta a los peritos para que tomen por hecho que fue por Motuspropio, y no molesten a la gente de mi departamento. Espero que quien lea esto,sepa como me salió todo… en los obituarios, o con suerte, en policiales.

Lithël Aelfwine.

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