viernes, 20 de abril de 2012

De Mujeres Livianas.


De Mujeres Livianas.

Sabrán, porque en algún momento les habrá pasado, que las damas nos cautivan. Ya sea con su piel, con sus besos, con palabras dulces. Las mujeres son la fruta prohibida de todos, que dicen siempre lo que piensan y jamás lo que sienten.
Algunas, sabemos, se entregan al placer carnal con devota pasión, y por una remuneración no mas que hedonista. En esta entrada quiero documentar, no por otra cosa que simple shock ante esta práctica, una parte poco conocida de estas mujeres que en distintos países reciben distintos nombres: En Argentina: gatos. En México: prestapronto y sabadaba. España: rapiditas. En Salvador: aceites. No importa el nombre que se les ponga, todas comparten la característica de que, sin cobrar un centavo, ofrecen un lugar en sus carnes por placer terrenal. Las relaciones de conveniencia con estas mujeres pueden durar años, así como horas. Estas damas, obviamente, son amantes de más hombres de los que pueden amar, por lo que no aman a ninguno.
Una vez, hace poco, comencé una relación con una de estas damas del placer. Al poco tiempo, comencé a salir con mi novia actual, con la cual habíamos tenido problemas los meses anteriores, por lo que no hablábamos desde noviembre. Así, comencé a salir con ella, y cuando se enteró la dama del placer me hizo un escándalo en 3 mensajes de texto que parecía que hubiéramos estado a punto de casarnos. Esta actitud me pareció de lo mas curiosa, y con un posterior y cuidadoso análisis me di cuenta (luego cerciorándome con una amiga de esa calaña discreta de mujeres) que es una especie de servicio extra, un plus para hacer sentir al otro que la relación fue real, para poder contar a los amigos, y para llenar el vacío propio de estas señoritas.
Pueden ver, compañeros viajeros, que esta modalidad del "amor" tiene sus propias formas, sus modos, su propio protocolo. Más allá de no haber sentido nunca nada por esa joven que me brindó un par de veces sus gracias en busca de placer carnal, el hecho y la forma de cómo me espetó su “innombrable dolor” fue, cuando menos, curiosa.
Curiosa, si, pero no aislada. A través de la historia y los lugares, mujeres livianas han brindado los mismos servicios: las hieródulas en Grecia, geishas menores en Japón, odaliscas menores en la India y Persia, las “mujeres” Fenicias (parece que para los fenicios una mujer era verdaderamente mujer si sabía brindar placer y cobrar por ello), y, en la mayoría de las culturas, las cortesanas mas simples, que servían en su mayoría para que el señor tuviese placer y descendientes incluso si su amada no podía (obviamente se implantaba a la criatura por medios poco legítimos) y, al morir el señor, lo lloraban como si lo amasen a pesar de ser no mas que sus finas prostitutas de élite.
En conclusión, desde el comienzo de la historia las mujeres nos han engatusado con su perfección, en busca de un placer superior. Normalmente el término prostituta tiene una denominación despreciativa, siendo, en el vulgo, deformada como un insulto. Parece ser que el trabajo, el primero y primerísimo, y por tanto todos en su derivación, es un insulto.
Dejo a su deliberación, hermanos, la pregunta fundamental de este pequeño ensayo. Esta es: ¿Es responsable por parte de una sociedad utilizar el primer trabajo como un insulto, y por medio de este, utilizar al trabajo como insulto? ¿Es, inconcientemente, este insulto, una forma de insultar todos sus derivados? Es decir, ¿al insultar al padre, se insulta también a los hijos?
El autor de este texto, cree que, si se insulta el primer trabajo, se insulta inconcientemente a todos, lo cual nos lleva a una tácita cultura del “no-trabajo”. Y eso es la perdición.

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